Amanece el alma, fría, recogida en su blanco nido de invierno febril. Débil, entumecida por el letargo forzoso de cal viva de tanto tiempo atrás, se retuerce con más ganas que fuerza.
Su voluntad, quemada por la ventisca araña la escarcha que la recubre para liberarla, pero ya no es tan fuerte como antes y sólo consigue arrancarle hielo, sin poder darle calor.
De pronto aparece un soplo de vida, algo que se le filtra sin previo aviso por la nariz, un aliento molesto tibio, que le rellena las tripas. El alma nota como se funde el frío, como calla el crujido del hielo, como muere la prisión de escarcha.
Y el alma, liberada al fin de su eterna prisión de miedo, se levanta y se enfrenta al mundo; armada con el frío de acero en la yema de los dedos y el danzar del fuego en su corazón.
Despierta un nuevo año ¿os apuntaís?
suri
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